Los orígenes de la perforación corporal están completamente relacionados a las tribus. Según los hallazgos que se han realizado, los pendientes eran parte de sus alhajas. Gracias a las momias bien conservadas de épocas y lugares diferentes, se puede especificar que las tribus realizaban rituales colocándose pendientes por diferentes motivos, por ejemplo, para embellecerse, para deformar su rostro para aparentar así más temibles, o para identificarse como miembros de una tribu.
Las tribus Sioux, nativos norte americanos, conocidos por sus hazañas de excelentes guerreros, hacían a los jóvenes una prueba consistente en perforarse el pecho con garfios colgándose a un árbol hasta lacerar la piel, así demostraban estar preparados para el combate.
Los antiguos mayas practicaban el piercing perforando el labio, la nariz y las orejas con las joyas más caras para diferenciarse en castas. Los indios Cashinawa se perforaban la nariz para insertarse plumas de colores que indicaban su rango.
Las mujeres de las tribus masai, por ejemplo, deforman su cavidad bucal con discos para aumentar de tamaño la boca y alargan sus lóbulos llevando unos carretes metálicos de gran tamaño. Y se cree que los esquimales fueron los que originalmente emplearon los piercings de nombre “labrets”, practicándolos en los jóvenes que pasaban de ser niños a adultos aptos para la caza. Otra tribu muy conocida por sus perforaciones es la de los mursi, que utilizan pequeños platillos en los lóbulos de las orejas. También los guerreros Potok, cuentan con una antigua tradición que consiste en colocar en su boca un disco labial y se atraviesan el tabique nasal con una hoja de árbol.
Desde luego los pendientes genitales también son parte de la historia. Las mujeres de la tribu de los Tinglits, agujerean su cuerpo como muestra de paso de la pubertad a una madurez en todos los sentidos, pero sobre todo sexual. En la actualidad, estos pendientes lejos de ser prácticas rituales, tienen una connotación totalmente placentera.